En busca de la vida sabrosa

Vivir sabroso fue uno de los lemas de campaña del Pacto Histórico en 2022. ¿Qué significa y qué implicaciones tiene para las políticas de desarrollo?

La victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez en la carrera presidencial de 2022 despertó interés en uno de sus eslogans de campaña: “vivir sabroso”. ¿Qué significa este término y qué implica para la acción del Estado y los proyectos de desarrollo?

Vamos a vivir sabroso
Afiches de la campaña presidencial de 2022. Fotografía: Gonzalo Vargas.

Mientras la columnista Aura Lucía Mera creyó reconocer en la vida sabrosa los principios del pensamiento de Epicuro, el filósofo Francisco Cortés la asoció al de Aristóteles y agregó que vivir sabroso es una de varias propuestas, como el buen vivir, que buscan la transformación radical del capitalismo. Estas interpretaciones sugieren que la vida sabrosa pertenece a un linaje filosófico occidental que se remonta a Grecia Antigua y que nos invita abandonar el axioima de la “insaciabilidad” humana, propio de la economía neoclásica, en favor de la frugalidad.

En una entrevista televisada, a los pocos días de su victoria electoral, la vicepresidenta Márquez rechazó de plano una interpretación superficial del término y puso en primer plano las reivindicaciones de los pueblos afrocolombianos: “Para el pueblo negro, en sus entrañas, en nuestra identidad étnica y cultural [vivir sabroso] se refiere a vivir sin miedo, vivir en dignidad y con garantía de derechos”. En un medio gráfico, pero no por ello frívolo, la caricaturista Adriana Mosquera aventuró varias interpretaciones de vivir sabroso usando la imagen de ‘Magola’: gozar de equilibrio y paz, contar con servicios básicos, poder sentarse en la calle sin miedo a morir, que el gobierno apoye el talento o “que las mujeres podamos disfrutar sin miedo a ser insultadas, discriminadas, violadas, desaparecidas” (El Espectador, 25 de agosto, p. 24).

Libro Vivir sabroso
Portada del libro de Natalia Quiceno (Universidad del Rosario, 2016)

La vida sabrosa en el Medio Atrato

Sin duda, la aproximación más sistemática y profunda a vivir sabroso se encuentra en el libro homónimo de Natalia Quiceno, publicado por la Universidad del Rosario en 2016. Mientras investigaba las huellas de la masacre de Bojayá, en la región del Medio Atrato en Colombia, la autora encontró un tejido de creencias y relatos que dan forma a la vida sabrosa y revelan el rechazo de la población a la guerra, a la militarización del territorio y a “ser pensados desde sus testimonios de dolor” (p. 31). La vida sabrosa es una constante reafirmación de la vida que se materializa en diversas prácticas: las visitas a parientes y comadres que habitan el territorio, los festejos religiosos, el uso de plantas y “botellas”, la organización y la lucha social  e, incluso, la fiesta, que es también una manera de enfrentar la guerra.

A su llegada a este territorio, antes ocupado por pueblos indígenas, la población afrocolombiana tejió una red de lazos de parentesco y compadrazgo que hoy se extiende a través de riberas, poblados y veredas. Las celebraciones familiares, las fiestas patronales, las mortuorias, el comercio y la pesca, por mencionar algunos ejemplos, mantienen vivos esos lazos y requieren viajar o “embarcarse”. Así, estar en movimiento—en oposición a estar encampado, enmontado, o confinado—es una de las principales maneras de conseguir la vida sabrosa. 

Las plantas también son agentes en la construcción de la vida sabrosa: los médicos raiceros, que conocen sus propiedades y se especializan en su manejo, saben el momento preciso para sacarlas del monte y las usan para preparar baños y botellas balsámicas que permiten reestablecer el equilibrio entre “calentura” y “frialdad”. 

La lucha, la resistencia y el trabajo colectivo de las comunidades del Atrato también son maneras de construir la vida sabrosa. La capacidad para la movilización social de la organización campesina tiene sus raíces en las Comunidades Eclesiales de Base promovidas por misioneros claretianos en la década de 1980. A inicios de la década siguiente, la Asociación Campesina Integral del Atrato (ACIA) promovió el reconocimiento local de la cultura campesina negra y desplegó un variado repertorio de acciones de movilización social para incidir, junto a otras organizaciones afrocolombianas, en la reforma constitucional de 1991. Ese repertorio se ha ampliado con las giras y el acompañamiento, que también requieren embarcarse para visitar comunidades, dialogar con ellas y escuchar sus denuncias.

La vida sabrosa no representa un paraíso de armonía, sino que implica afrontar los conflictos sin acudir a la violencia

En suma, la vida sabrosa no es una meta sino un proceso, una búsqueda y una construcción constante que exige sortear los retenes, cierres y bloqueos que impiden o limitan el tránsito por el río, enfrentar la sospecha y el miedo y resistir el autoritarismo, el control, la guerra y la militarización. La vida sabrosa no representa un paraíso de armonía, sino que implica afrontar los conflictos sin acudir a la violencia.

Tampoco es una “analogía o correlato del buen vivir indígena” (p. 24) y la autora aconseja que “para comprender estas distintas filosofías [sobre el buen vivir] resulta fundamental no homogenizarlas” (p. 24). Al respecto, cabe recordar que según Quiceno (2016) se inspira en la “ecología de las prácticas” propuesta por la filósofa belga Isabelle Stengers, según la cual las prácticas sociales no pueden definirse de manera independiente del hábitat en que se producen (Stengers, 2005). En otras palabras, la aproximación de Quiceno subraya la singularidad de la vida sabrosa y reconoce que las prácticas que le dan forma son propias de un territorio con una historia particular.

Del Medio Atrato a las políticas públicas

¿Qué implicaciones tiene esta visión de vivir sabroso para las políticas y proyectos estatales de desarrollo? Quiceno cuestiona el cliché del abandono estatal como causa última de los males que padece este territorio, así como la premisa de que su presencia sea una condición para la vida sabrosa. Propone, en cambio, considerar cómo la presencia estatal socava la vida sabrosa cuando ignora las nociones de los afroatrateños sobre su propio bienestar o cuando propicia el despojo. Al respecto, vale la pena citar en extenso a la autora:

No se trata de negar la necesidad que tienen muchas comunidades afroatrateñas en cuanto a servicios básicos, escuelas y centros de salud, sino de resaltar que cada uno de esos servicios debe contribuir al bienestar de los afroatrateños tal y como ellos lo entienden. En resumen, deben posibilitar la creación de la vida sabrosa. La pregunta es: ¿para qué se construye un acueducto moderno que no funciona, al tiempo que se contaminan los ríos cristalinos con mercurio de la minería y se adjudican títulos para la explotación minera a las multinacionales? Tal vez el problema tenga un orden diferente. Las necesidades que el pueblo tiene ahora no son necesariamente las que han provocado una “ausencia histórica del Estado”. Más bien, son las necesidades causadas por una presencia particular que ha venido dejando el despojo a su paso, no solo de territorios, sino de modos de existencia que hoy siguen resistiendo, para lograr, así como dicen los bojayaceños, seguir siendo lo que somos

(Quiceno, 2016, p. 217)

Sin embargo, hay que advertir que la idea de vivir sabroso no implica que en la región prevalezca una visión homogénea frente al desarrollo pues, como señala la autora, allí se escuchan debates entre quienes defienden los modos de vida tradicionales y quienes proponen aprovechar los recursos naturales de la región y crear empresa.

Petro & Marquez
Portada del programa de gobierno del Pacto Histórico

El libro de Quiceno sugiere que, antes que un término sustituto del desarrollo o análogo al “buen vivir”, vivir sabroso es una noción territorialmente arraigada de bienestar que las políticas públicas y los planes y proyectos de desarrollo deberían respetar y promover. El programa de gobierno del Pacto Histórico parece ir justamente en esta dirección al prometer un “nuevo contrato social para el buen vivir y el vivir sabroso con todas las diversidades de la nación para entrar por fin en una era de paz cuyo rostro sea una democracia multicolor” (Petro & Márquez, 2022, p. 6, cursivas mías). El programa también prometió fomentar planes de vida, etnodesarrollo y comunitarios que permitan a los pueblos campesinos, indígenas, afrodescendientes, negros, raízales, palenqueros y rrom vivir bien y vivir sabroso (p. 34).

Para que esta fórmula, que combina el respeto y el fomento de las diversas visiones de bienestar, deje de ser un slogan de campaña, deberá plasmarse en el nuevo plan de desarrollo y  materializarse en decisiones y proyectos de inversión que respeten el derecho al consentimiento previo (“consulta previa”) de los pueblos afrocolombianos. También debería conducir a reformas que agilicen la ejecución de los proyectos de inversión propuestos por comunidades indígenas y afrocolombianas, por ejemplo, en el contexto de los PDET.

Referencias

Petro, G. & Márquez, F. (2022) Colombia Potencia Mundial de la Vida: Programa de Gobierno 2022-2026. Pacto Histórico.

Quiceno, N. (2016) Vivir Sabroso: Luchas y Movimientos Afroatratetños en Bojayá, Chocó, Colombia. Universidad del Rosario.

Stengers, I. (2005). Introductory notes on an ecology of practices. Cultural Studies Review, 11(1), 183-196.